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Product Concept en el diseño automotriz: Donde nace el alma de un vehículo

5/24/2025

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Product Concept en el diseño automotriz: Donde nace el alma de un vehículo

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Detrás de cada coche que ves en la calle, incluso antes de que haya un boceto o un render 3D, existe una pregunta que lo origina todo: ¿qué necesidad concreta va a satisfacer este vehículo, y cómo lo va a hacer de forma única? La respuesta no está ni en el diseño exterior ni en la ficha técnica. Está en el product concept en el diseño automotriz, ese esqueleto invisible donde se cruzan estrategia, mercado, diseño, ingeniería y marca. Este concepto no es simplemente una descripción general del modelo. Es un documento, una directriz, una intención y, en muchos casos, un manifiesto. El product concept define la razón de ser del vehículo. Y si se formula mal, el coche puede fracasar incluso antes de nacer.
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¿Qué es realmente el Product Concept?

En el contexto automotriz, el product concept es el planteamiento estratégico integral del vehículo antes de que comience su desarrollo físico. Es un compendio de atributos definidos con precisión: segmento objetivo, propuesta de valor, público esperado, competencia directa e indirecta, mensaje de marca, factores diferenciadores, limitaciones técnicas, previsión de coste, y objetivos de rentabilidad. Es el briefing maestro. Y no solo lo utilizan los diseñadores: lo consultan los ingenieros, los analistas de mercado, los expertos en manufactura y hasta el equipo de marketing. En empresas como Toyota, Mercedes-Benz o Stellantis, el product concept es una estructura viva y transversal que acompaña el vehículo durante todo su desarrollo, desde la etapa de ideación (early stage) hasta el lanzamiento al mercado.
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De la estrategia al garaje: ¿cómo se construye un product concept ganador?

Un buen product concept parte de tres pilares ineludibles:


  1. Análisis profundo del consumidor: estilos de vida, hábitos de movilidad, aspiraciones, nivel de ingreso, sensibilidad ecológica o digital.
  2. Lectura estratégica del entorno competitivo: no se trata solo de identificar modelos similares, sino de detectar vacíos, tendencias emergentes y espacios sin explotar.
  3. Consistencia con la identidad de marca: un error común es forzar un concepto que “podría funcionar” pero no encaja con los valores históricos ni con el posicionamiento aspiracional de la marca.
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El resultado es un documento que suele contener entre 30 y 50 páginas y que responde a una sola pregunta esencial: ¿Por qué este vehículo debe existir, y por qué lo querrá comprar alguien?

Pocas marcas han sido tan coherentes con su product concept como Mazda con su legendario MX-5 (Miata en EE.UU.). Desde su primera generación en 1989, el concepto fue claro: crear un coche deportivo ligero, accesible, emocional y purista, en un mercado inundado de deportivos pesados y costosos. El MX-5 no buscaba potencia bruta, sino equilibrio, diversión, conexión con la carretera. Esa filosofía —conocida como Jinba Ittai (la unión entre jinete y caballo)— fue el eje central del product concept, y su impacto fue inmediato: se convirtió en el roadster más vendido del mundo. Mazda mantuvo esa idea intacta durante más de tres décadas. Cada iteración del MX-5 se revisó bajo ese mismo lente conceptual. Y es por eso que hoy, sigue siendo un referente no solo de producto, sino de coherencia estratégica.

Una de las claves poco visibles del product concept en el diseño automotriz es que actúa como criterio de decisión técnica. Imagina que un equipo de diseño quiere introducir un sistema de doble pantalla o un sistema de tracción integral. Si esa tecnología entra en conflicto con el core del product concept (por ejemplo, si encarece el vehículo y rompe la promesa de accesibilidad), se descarta. Esto permite evitar la deriva de producto, un fenómeno frecuente cuando los departamentos trabajan de forma aislada y se suman features por moda o presión comercial, debilitando la propuesta original. En el libro Domina el negocio del automóvil: Guía completa de estrategia y diseño de coches, este punto se explora con profundidad: todo coche es un acto de coherencia entre el concepto que lo originó y la ejecución final en fábrica. Si se rompe esa coherencia, se rompe el producto.

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Un ejemplo fascinante de cómo el product concept puede salvar o hundir un modelo es el Renault Espace. Nacido en 1984 como uno de los primeros monovolúmenes europeos, su éxito inicial fue rotundo. Su concepto era claro: coche familiar espacioso, modular y de estilo vanguardista. Pero a medida que avanzaron las generaciones, Renault intentó reposicionar el Espace como un SUV premium, alejándose del concepto original. El resultado fue un vehículo difuso: ni suficientemente SUV para competir con Audi o BMW, ni lo bastante familiar para sus usuarios tradicionales. Las ventas cayeron más del 40% entre la quinta y sexta generación. En 2023, Renault relanzó el Espace recuperando parte de su esencia original, bajo el paraguas de la plataforma CMF-CD. El nuevo product concept volvió a centrarse en modularidad familiar, eficiencia híbrida y diseño fluido, y los resultados han empezado a repuntar. Una lección brutal de cómo el concepto no solo crea, sino también puede restaurar.



Una práctica común en marcas como BMW, Hyundai o Ford es formular conceptos que requieren desarrollar tecnología aún no disponible. Es decir, el product concept no se adapta a la tecnología actual, sino que marca un objetivo que exige innovación. El BMW i3 nació como un concepto de movilidad urbana eléctrica premium, sostenible y tecnológicamente revolucionario. En 2007, cuando el concepto se formuló, la arquitectura en fibra de carbono (CFRP) para chasis de gran volumen no existía a nivel industrial. BMW invirtió más de 2.000 millones de euros en desarrollarla solo para ese producto, porque el concepto lo exigía. Esa visión de futuro —el coraje de diseñar un concepto sin saber aún cómo ejecutarlo— es uno de los rasgos que separa a las marcas visionarias de las meramente comerciales.



En el diseño automotriz, todo parte del concepto. Es el eje maestro que guía decisiones de diseño, ingeniería, comunicación y manufactura. Es el documento que alinea a cientos (a veces miles) de personas hacia una única visión de producto. Y es, también, el primer filtro entre una idea buena y una idea viable. El product concept en el diseño automotriz no solo debe responder a un mercado, sino anticiparlo. No debe limitarse a lo posible, sino empujar hacia lo necesario. Y por encima de todo, debe reflejar el alma de la marca. Diseñar sin un concepto sólido es como construir sin planos. Por eso, en la formación de cualquier profesional del sector —ya sea diseñador, ingeniero, planner o estratega— dominar esta herramienta es clave. Quien sabe construir conceptos, sabe construir éxitos.
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