Badge Engineering: El arte invisible (y rentable) de multiplicar marcas con un mismo coche5/19/2025 Badge Engineering: El arte invisible (y rentable) de multiplicar marcas con un mismo coche
El badge engineering, también conocido como rebranding automotriz, es una de esas estrategias tan sutiles que muchos usuarios jamás notan, pero que ha movido miles de millones de euros en la industria del automóvil durante décadas. Consiste en vender el mismo vehículo —con cambios mínimos— bajo diferentes marcas. A veces cambia solo el logo del capó; otras, un leve rediseño del paragolpes o el sistema multimedia. Pero debajo, el coche es esencialmente el mismo.
Si este concepto suena algo impersonal o incluso deshonesto, lo cierto es que ha sido una herramienta clave para optimizar inversiones, penetrar nuevos mercados y sostener estructuras industriales sin desarrollar plataformas exclusivas. Y, en muchos casos, ha sido una tabla de salvación. Pero también ha sido fuente de conflictos, fracasos comerciales y erosión de imagen de marca. ¿Por qué se recurre al badge engineering?
La industria automotriz opera con márgenes ajustados y desarrollos costosos. Crear un coche desde cero puede implicar inversiones de entre 500 y 1.000 millones de euros. A través del badge engineering, las marcas:
Uno de los ejemplos más documentados —y también más criticados— fue el uso excesivo de badge engineering por parte de General Motors en los años 80 y 90. Bajo su paraguas coexistían marcas como Chevrolet, Pontiac, Oldsmobile, Buick, GMC y Saturn, todas ofreciendo sedanes y SUV que eran virtualmente idénticos. Por ejemplo, el Chevrolet Cavalier, el Pontiac Sunfire, el Oldsmobile Firenza y el Buick Skyhawk compartían plataforma J con escasos cambios visuales o técnicos. El problema fue que los consumidores lo notaron, y eso degradó el valor percibido de las marcas premium dentro del grupo. Si un Pontiac era igual a un Chevrolet pero más caro, ¿por qué pagarlo? Este exceso de clones sin diferenciación sustancial llevó auna canibalización interna, pérdida de identidad de marca y, eventualmente, a la desaparición de varias enseñas históricas.
En el extremo opuesto está el caso reciente de colaboración entre Toyota y Suzuki. A través de un acuerdo estratégico, ambas marcas intercambian vehículos adaptados. El Suzuki Across, por ejemplo, es un Toyota RAV4 con mínimos cambios estéticos, mientras que el Toyota Starlet en África es realmente un Suzuki Baleno. Lo interesante es que el badge engineering aquí tiene sentido comercial claro:
¿Dónde está el límite entre eficiencia y pérdida de autenticidad en el badge engineering?
Esta es la gran pregunta para los equipos de estrategia y diseño de producto: ¿cuánto se puede compartir sin comprometer la promesa de marca?
Las claves para un badge engineering exitoso incluyen:
Claves poco conocidas del badge engineering
Como casi todo en automoción, depende del enfoque. Si el badge engineering se hace como un atajo perezoso para llenar catálogos, suele terminar mal. Si, en cambio, se ejecuta como parte de una estrategia global inteligente —con adaptación real, justificación comercial y respeto por el usuario—, puede ser extremadamente rentable. El libro “Domina el negocio del automóvil” ofrece marcos de decisión que permiten a los responsables de producto y marketing evaluar cuándo tiene sentido aplicar esta estrategia y cómo comunicarla sin erosionar la percepción del valor.
En tiempos de electrificación, plataformas compartidas y globalización, el badge engineering no solo sobrevive: está renaciendo. Pero ya no como clonación descarada, sino como una técnica de aprovechamiento industrial con inteligencia de marca. Marcas como Toyota, Stellantis o Renault están perfeccionando este arte, combinando eficiencia técnica con diferenciación emocional. Y para quienes diseñan, gestionan o comunican productos, entender sus reglas es tan importante como dominar un chasis o una aerodinámica.
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