La muerte del color de los coches
Hubo un tiempo en que los coches eran verdes británicos, rojos intensos, azules eléctricos, mostazas, beiges metalizados e incluso rosas Cadillac. Hoy, las calles son un desfile monocromático de grises, negros, blancos y algún tímido azul oscuro. ¿Qué ha pasado con el color en el diseño automotriz? ¿Por qué hemos matado una de las dimensiones más expresivas del coche? Y sobre todo: ¿quién ha tomado esa decisión? Porque, te lo aseguro, no ha sido el consumidor final.
Una decisión de styling que revela más de lo que parece
En diseño automotriz, el color no es solo pintura. Es una decisión estratégica de marca, percepción de valor y posicionamiento. Cada elección de color influye en cómo se interpreta el diseño de superficies, los volúmenes, la deportividad, el carácter de marca.
Pero en los últimos 20 años, las marcas han ido arrinconando el color como si fuera un problema, y no una oportunidad. Han confundido lo sobrio con lo aspiracional, lo discreto con lo premium, lo aburrido con lo seguro. Hoy, más del 78% de los coches vendidos en Europa son grises, blancos o negros. No es casualidad. Es una decisión estratégica y cobarde. Las marcas, buscando estandarizar y reducir costes en producción, han renunciado al color como identidad. Como emoción. Como diferenciador. ¿Quién decidió que el gris era aspiracional?
Los diseñadores lo saben. En los estudios de estilo, se siguen creando propuestas en tonos cobre, verdes oliva, azules pastel, granates profundos o naranjas quemados. Y lucen espectaculares. Pero esas propuestas rara vez llegan al configurador final del coche. Porque el departamento comercial teme que “no se vendan”.
Y sí, es cierto: hay colores que envejecen mal o se devalúan más en reventa. Pero lo hemos convertido en una excusa para uniformarlo todo. ¿Cuándo dejamos de diseñar coches para la emoción y empezamos a diseñarlos para el renting? Miremos al pasado. El Lancia Fulvia HF lucía un rojo vivo que casi gritaba su identidad italiana. El Renault Twingo de los 90 usó colores pastel irreverentes que hablaban de juventud y frescura. El Citroën DS se ofrecía con tonos metalizados arriesgados. Y funcionaban. Más recientemente, el Cupra Formentor en azul mate, o el Lexus UX en naranja solar han demostrado que, cuando se arriesga, el color vende. No es que el consumidor no quiera color. Es que no se lo estamos permitiendo elegir. Color, forma y percepción: no todo queda igual
Lo más trágico no es solo la pérdida de personalidad. Es que el diseño pierde lectura. Los colores oscuros y mates absorben la luz y las sombras. Ocultan nervaduras, pliegues, líneas de carácter. Una carrocería trabajada durante meses para lograr una silueta emocional acaba difuminada en negro sólido, como si no hubiera esfuerzo detrás. Y lo contrario también es cierto: un color atrevido bien aplicado potencia los volúmenes, resalta las decisiones de diseño, le da vida a una escultura que rueda.
Rescatar el color no es solo una cuestión estética. Es estratégica. Permite segmentar mejor los públicos, diferenciar modelos sin rediseñar nada y elevar el valor percibido. Pero requiere valentía. Coherencia de marca. Saber quién eres y cómo lo cuentas. Si estás entrando al mundo del styling automotriz, este fenómeno es clave. No es solo saber qué color usar, sino entender qué mensaje transmite. Qué significa en cada mercado. Qué percepción genera en el concesionario. Qué sugiere a nivel emocional. En mi libro, "Domina el negocio del automóvil: Guía completa de estrategia y diseño de coches", explico cómo las decisiones de diseño no viven aisladas, y cómo lo visual se conecta con lo comercial, lo emocional y lo industrial. También con el color.
✍️ Miguel Ángel Cobo Lozano (Audi, Nissan, MotorLand Aragón)
Consultoría estratégica de automoción. Donde el diseño toma decisiones de negocio.
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