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Del motor al silencio: La evolución estética del coche eléctrico frente al térmico

5/26/2025

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Del motor al silencio: La evolución estética del coche eléctrico frente al térmico

evolución estética del coche eléctrico frente al térmico
Cuando hablamos de automóviles, solemos pensar en ingeniería, eficiencia o prestaciones. Pero para muchos, el primer vínculo emocional con un coche no nace bajo el capó, sino en su forma. La evolución estética del coche eléctrico frente al térmico es uno de los debates más apasionantes dentro del diseño automotriz contemporáneo. Y no se trata solo de aerodinámica o normativas: hablamos de cómo la transición energética está redefiniendo los códigos visuales, los lenguajes de marca y la relación del usuario con su vehículo.


El coche eléctrico no solo ha cambiado cómo se mueve un automóvil. Ha transformado cómo se ve, cómo se percibe y cómo se desea. A diferencia del motor térmico, con su arquitectura heredada de una lógica centenaria, el coche eléctrico ha abierto la puerta a una nueva gramática formal: más silenciosa, más limpia, más digital… pero no exenta de desafíos.
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El final de una era visual: del músculo a la limpieza

Durante más de un siglo, la estética del coche térmico estuvo condicionada por las necesidades mecánicas del motor de combustión interna. La presencia de un bloque grande y caliente en la parte delantera exigía capós largos, parrillas funcionales para refrigeración y estructuras pensadas para canalizar aire hacia el sistema de combustión. Es por eso que muchos coches deportivos nacieron con proporciones tan marcadas, como el BMW Serie 3 E30 o el Alfa Romeo GTV6, donde el motor era el corazón literal y visual del coche.


La parrilla, ese gran símbolo de marca (como la doble riñonera de BMW o la calandra flotante de Peugeot), ha sido históricamente un rasgo identitario que necesitaba existir. No era solo estética: era función. Sin embargo, la llegada del vehículo eléctrico, al carecer de esa necesidad de refrigeración activa frontal, ha permitido prescindir de elementos como grandes tomas de aire o rejillas visibles. Esto ha abierto una puerta al minimalismo visual, a superficies limpias, a una reinterpretación completa del “rostro” del coche.

Lo interesante es que este cambio no es solo una cuestión técnica. El usuario también lo interpreta emocionalmente: un frontal sin parrilla transmite serenidad, tecnología, incluso sostenibilidad. Marcas como Polestar lo han entendido perfectamente, creando diseños que evocan una calma silenciosa, una eficiencia formal coherente con su fuente de energía.
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Más batería, menos volumen: cómo cambia la arquitectura

La batería, ese gran componente estructural del coche eléctrico, ha revolucionado no solo la mecánica, sino la arquitectura del vehículo. En lugar de adaptarse a un motor longitudinal o transversal, el coche eléctrico se construye sobre una plataforma tipo “skateboard”, donde el pack de baterías se sitúa bajo el suelo, entre los ejes. Esto permite un centro de gravedad más bajo, un reparto de pesos equilibrado y un habitáculo más espacioso… pero también impone ciertas limitaciones de proporciones.


Esta arquitectura ha eliminado la necesidad de un túnel central, permitiendo suelos planos y espacios internos más modulables. Y aquí es donde el diseño cobra una nueva dimensión: los diseñadores ya no están atados a volúmenes heredados del pasado. Ahora pueden jugar con proporciones más audaces, con voladizos cortos, lunas más adelantadas, habitáculos más verticales o incluso frontales completamente cerrados.


Pero no todo es libertad. La necesidad de albergar baterías de gran tamaño impone una altura mínima del suelo del vehículo, que puede afectar a la percepción de deportividad. En muchos casos, los eléctricos parecen más altos o robustos, aunque su coeficiente aerodinámico sea inferior al de sus equivalentes térmicos. La clave aquí está en cómo se “esculpe” visualmente el volumen, cómo se gestionan los reflejos, las líneas de cintura o las proporciones para disimular esa masa adicional.
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Caso real: Hyundai Ioniq 5 y su lenguaje “Parametric Pixel

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Uno de los ejemplos más disruptivos en esta evolución estética es el Hyundai Ioniq 5. Este modelo representa un punto de inflexión en el diseño de eléctricos, no solo por sus proporciones audaces (casi monovolumen, casi SUV, casi hatchback), sino por su lenguaje visual. El “Parametric Pixel” —conjunto de luces LED cuadradas inspiradas en los píxeles digitales— no es solo un recurso decorativo. Es una declaración de intenciones.


El Ioniq 5 se atreve a jugar con formas angulosas, superficies planas y geometrías casi retrofuturistas que no serían posibles en un coche térmico sin comprometer la refrigeración. Su silueta, por ejemplo, solo funciona gracias a la plataforma e-GMP. Pero lo más interesante es cómo transmite su condición de coche eléctrico sin necesidad de gritarlo. Es eléctrico, pero no tiene que parecer un electrodoméstico. Esa es una de las claves que los diseñadores deben entender: no basta con que el coche sea eléctrico; debe tener una estética eléctrica deseable.


¿El final de la agresividad visual?

Durante décadas, especialmente desde los años 2000, los coches han ido adoptando un lenguaje visual agresivo: faros afilados, entradas de aire sobredimensionadas, líneas tensas y proporciones musculares. Era una forma de transmitir potencia, carácter… y, en parte, testosterona.


Con el coche eléctrico, esta lógica está mutando. La estética está virando hacia una elegancia más sofisticada, menos intimidante. Incluso marcas como Audi o Mercedes, históricamente ligadas a la prestancia, están suavizando sus diseños en la gama eléctrica: líneas más limpias, superficies más lisas, transiciones visuales suaves y detalles iluminados que comunican más tecnología que fuerza bruta.


Es un cambio de paradigma emocional: ya no queremos que el coche parezca agresivo, sino inteligente. Queremos que parezca conectado, eficaz, digital. Esto tiene una implicación directa en el posicionamiento de producto. Tal como se desarrolla en el libro Domina el negocio del automóvil: Guía completa de estrategia y diseño de coches, el diseño ya no solo obedece a gustos estéticos, sino a decisiones estratégicas de marca. Y el eléctrico, hoy, debe posicionarse como el coche del mañana… no como el sucesor apagado del motor térmico.


evolución estética del coche eléctrico frente al térmico
Una de las curiosidades estéticas que ha traído el coche eléctrico es la proliferación de llantas con diseños más cerrados, e incluso carenados parciales. Esto responde a necesidades aerodinámicas, ya que las turbulencias en los pasos de rueda afectan al consumo energético. Pero también ha generado un nuevo lenguaje visual, más “digital”, menos deportivo, que algunas marcas han sabido reinterpretar con elegancia, como el Renault Scenic E-Tech 2024. Este detalle, que podría parecer menor, es fundamental en el nuevo ADN visual de los EV: forma y función vuelven a ser inseparables, pero ahora bajo una lógica de eficiencia energética extrema.

Por ejemplo, cuando BMW presentó el i3 en 2013, pocos comprendieron la revolución que suponía. No solo era un eléctrico puro, era un coche concebido desde cero como un eléctrico, y eso se notaba en cada centímetro de su diseño. Su estructura de fibra de carbono, su carrocería vertical, sus puertas traseras suicidas, sus pasos de rueda carenados y su habitáculo minimalista lo alejaban por completo de cualquier coche térmico.
El i3 fue un coche incomprendido estéticamente en su lanzamiento, pero hoy se reconoce como uno de los pocos que de verdad exploró lo que significaba diseñar sin motor térmico. En cierto modo, fue el precursor de una nueva forma de entender la estética automotriz: no se trata solo de adaptar, sino de reinventar.


bmw i3 2013
La evolución estética del coche eléctrico frente al térmico no es una tendencia superficial. Es una transformación profunda en la manera en que entendemos la movilidad, la ingeniería y el deseo. El coche eléctrico está escribiendo un nuevo capítulo visual, donde la forma ya no depende del motor, sino del flujo energético, la interacción digital y la sostenibilidad.


Para los diseñadores, ingenieros y estrategas de marca, este cambio supone tanto una liberación como una responsabilidad. Liberación, porque pueden romper con siglos de convenciones. Responsabilidad, porque ahora deben diseñar coches que no solo se vean diferentes, sino que inspiren a un nuevo tipo de conductor. Quienes lideren esta transición estética no serán solo los que mejor dibujen, sino los que mejor comprendan el alma del nuevo coche. Un coche que no hace ruido, pero que está cambiando todo.
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