Cuidado con quién evalúa tus capacidades profesionales: aprende a medir tu propio nivel

En la carrera profesional, uno de los errores más comunes —y más costosos— es dejar que otros determinen tu valor. Entrevistas, evaluaciones, feedbacks... todas son oportunidades de aprendizaje, sí, pero no todos los evaluadores tienen la perspectiva o el conocimiento para juzgarte con precisión. Algunas críticas nacen del ego, la inseguridad o la simple ignorancia sobre lo que realmente implica dominar una habilidad. Entender esto puede marcar la diferencia entre quedarte estancado o avanzar con confianza.
​

Lo aprendí por experiencia propia: tú eres quien realmente conoce tu nivel, y solo deberías escuchar las evaluaciones que vienen de personas con verdadera autoridad técnica o experiencia en la habilidad que juzgan.

La entrevista que enseña más que cualquier feedback

Recuerdo una situación absurda en un proceso de selección. En la primera entrevista, dije con humildad que mi nivel de inglés era “básico”. No porque fuera cierto literalmente, sino porque, pese a haber vivido en tres países extranjeros —dos de ellos angloparlantes—, no me sentía cómodo hablando inglés en público. Preferí ser prudente: reconocer mis limitaciones sin exagerar mis virtudes.


Todo fue bien hasta una tercera entrevista, cuando una persona del equipo de selección me dijo que mi candidatura quedaba descartada porque “tenía un A1 en inglés”. Me quedé con cara de ¿cómo? Un A1 es el nivel de quien apenas sabe saludar o decir los colores. Decidí entonces responder directamente en inglés, y la verdad se hizo evidente: la persona no entendía una palabra de lo que decía y no sabía responderme con un inglés simplón. Simplemente, no tenía la competencia necesaria para evaluarme.
Aquel momento me dejó una enseñanza profunda: no puedes dejar que alguien sin la capacidad o el conocimiento real defina tu valor profesional.


La humildad es una virtud esencial, pero convertirla en subestimación puede ser un error grave. En un contexto profesional, mostrarse modesto es positivo, pero hacerlo al punto de que otros te infravaloren puede cerrarte puertas. El equilibrio está en reconocer tu valor sin arrogancia y tus límites sin debilitar tu posición.
​

• Humildad consciente: reconocer que siempre puedes mejorar, sin negar tus capacidades reales.
  
• Subestimación: minimizar lo que sabes o has logrado, dejando que otros definan tu valor por ti.
  

Cuando el ego del evaluador pesa más que su criterio

No todas las críticas son objetivas. En muchos entornos, el ego, la inseguridad o la falta de competencia del evaluador pueden distorsionar una evaluación. Algunos se sienten incómodos frente a candidatos más preparados o con más experiencia. Y esa incomodidad se traduce en juicios superficiales o directamente erróneos.


Antes de asumir cualquier crítica como válida, pregúntate:

• ¿Esta persona realmente domina lo que está evaluando?
  
• ¿Su juicio está basado en hechos o en percepciones?
  
• ¿Estoy dejando que su inseguridad influya en mi autoconfianza?
  

Estas preguntas pueden ahorrarte años de frustración.



Aprender a medir tus capacidades de forma independiente te protege de juicios injustos y te da claridad sobre tu propio crecimiento. Algunas estrategias clave:
​

1. Autoevaluación objetiva: documenta logros, proyectos, métricas y resultados tangibles que respalden tu nivel.
   
2. Busca feedback de expertos reales: escucha solo a quienes dominan la habilidad mejor que tú.
   
3. Filtra las críticas sin fundamento: no dejes que opiniones sin base técnica erosionen tu confianza.
   
4. Comunica tu nivel con precisión: sin exagerar, pero tampoco minimizando tus logros.
   

Estas prácticas fortalecen tu criterio profesional y tu seguridad en entornos donde las percepciones pueden ser injustas o superficiales.